El sábado 27 de septiembre, mientras recorría a pie el barrio Villa Santos en Barranquilla, me encontré con una situación que ilustra los retos de nuestra ciudad en materia de espacio público: una cuadrilla de la empresa Air-e realizaba labores de poda y había dejado grandes ramas sobre el andén, bloqueando completamente el paso.
Ante el obstáculo tuve que desviarme hacia la calzada vehicular, exponiéndome al riesgo de que un automóvil me golpeara. Decidí detenerme y hablar con los trabajadores, explicándoles que, aunque la cuadrilla de recolección de ramas estuviera cerca, bastaba con unos segundos de exposición para que ocurriera un accidente.
Les señalé que mover las ramas a un lado del andén habría sido suficiente para mantener la seguridad de quienes caminamos, sin afectar su labor. Fue una oportunidad para recordar la importancia de ponerse en el lugar del otro, en este caso del peatón, y de comprender que pequeños gestos de consideración pueden prevenir tragedias.
Este episodio no solo refleja las dificultades de gestión del arbolado urbano y el cableado eléctrico, sino que también nos invita a pensar en la educación ciudadana y en la sostenibilidad. Caminar por la ciudad debería ser seguro y agradable, y para lograrlo se necesita tanto infraestructura adecuada como conciencia de cada actor en el espacio público.