Las leyendas forman parte del patrimonio cultural que se transmite de abuelos a padres e hijos. Son relatos que viajan de generación en generación, cargados de misterio y tradición oral, que fortalecen la identidad y los lazos familiares.
Cuando los niños son pequeños, su imaginación hace que vivan intensamente estas historias. Algunas pueden causar miedo, al punto de que después de cumplir con una tarea escolar sobre leyendas, pidan dormir acompañados porque creen escuchar a la Llorona o ver al cura sin cabeza.
No todas las reacciones son de temor. Algunos niños descubren el lado curioso o gracioso de relatos como el del hombre caimán, que despierta más risas que susto y se convierte en un recuerdo divertido dentro de la familia.
Compartir leyendas con los hijos no solo entretiene: también enseña, advierte y transmite valores. Aunque a veces provoquen desvelos, estas historias cumplen su papel cultural y mantienen viva la memoria colectiva de los pueblos.