El principal problema no surge cuando un país elige a un líder con posturas controversiales o políticas internas divisorias. El problema real aparece cuando ese país concentra un poder desproporcionado sobre el resto del mundo. Estados Unidos no es cualquier nación: su peso económico, militar y cultural afecta directamente a las economías y decisiones de numerosos países, incluidos aquellos con los que mantiene relaciones de dependencia comercial.
Por ello, la elección de un presidente como Donald Trump no solo tiene consecuencias para los ciudadanos estadounidenses, sino también para países que dependen en exceso de ese mercado. Las políticas proteccionistas, los cambios en tratados comerciales o las decisiones unilaterales sobre aranceles y sanciones pueden alterar las economías latinoamericanas de un día para otro.
Colombia, como muchas otras naciones, mantiene una fuerte dependencia de las exportaciones hacia Estados Unidos y de las importaciones provenientes de ese país. Esta relación asimétrica limita la autonomía económica y reduce la capacidad de respuesta ante crisis externas. La diversificación de mercados y alianzas es, por tanto, una prioridad estratégica para reducir la vulnerabilidad.
No se trata de romper relaciones ni de cerrar puertas, sino de abrir otras. El comercio con Asia, Europa, África y el propio continente latinoamericano puede ofrecer alternativas sostenibles. Mientras tanto, Estados Unidos deberá decidir por sí mismo si su modelo de consumo y su visión de liderazgo global son sostenibles o no. Lo que corresponde al resto del mundo es aprender de la experiencia y no depender de un único centro de poder.
